Te preguntas que quiero decir cuando afirmo que por tu culpa se ha abierto la habitación de Barba Azul en mi existencia.
Me pregunto cuándo podré azuzar la
rabia para arrancarte a dentelladas la llave y largarte lo más lejos de mi
camino que pueda.
Y te vuelves hacia mí con cara de no
haber roto nunca un plato, de no ser consciente de los estragos causados a tu
paso por mi vida, con cara de inocente y casto y puro y gilipollas, sin más, de
simple idiota.
Barba Azul no existe y punto. Y yo no
soy Blanca Nieves ni una princesa encantada, si acaso una existencia en levedad
como la de Kundera o en metamorfosis como la de Kafka. Este cuento, mi cuento,
es una vez más una historia sin principio ni final, solo posee algún que otro
inciso, pequeños conatos de huida hacia carreteras cerradas por derribo.
Al final aprendo nuevamente
funambulismo y una vez más me permito el lujo de hacer equilibrios a mi paso
por este mundo y seguir cruzando por encima del abismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario