Aquel día ella se encontraba cansada, le pesaban los pies
como yunques, los brazos como columnas , había cuidado a unos niños que no eran
los suyos, limpiado en dos casas y aún así sonreía, y cálida contestaba a mis
preguntas de ¿cómo te va?.
Se lo notaba en los
movimientos lentos, en ese limpiar minucioso, cansada de tener a los hijos
lejos que solo la llamaban para pedir, pero con esa alegría al sonreír que me
desmontaba,. Yo sola, sin responsabilidades describiendo la afanosidad de cómo
pasaba la aspiradora, y ese llamarme niña, pese a que tenía su edad pero vivía
con mi madre y eso me convertía en niña, una niña que se aferraba a la
escritura mientras ella pasaba el polvo y ponía el aspirador. Aquel día ella se
encontraba cansada y yo vacía e irresponsable me detenía en describir su
alegría cansada, su amabilidad protectora , su trabajo minucioso mientras yo
tenía que ir al gimnasio y cansarme para dormir bien y olvidarme de mis
privilegios de niña. Ella ejercitaba musculo con el aspirador mientras yo corría
por la cinta mecánica, el esfuerzo de levantar el cubo de la fregona lleno de
agua mientras yo levantaba pesas de niña,. Aquel día ella estaba cansada y yo
también, cansadas de nuestras vidas que convergían en mi casa, cansada de echarle
el pulso a la vida- Ella con sus cuatro hijos en su país, y yo con mi soledad.
Aina Rotger