27 oct 2016

Cansada

Aquel día ella se encontraba cansada, le pesaban los pies como yunques, los brazos como columnas , había cuidado a unos niños que no eran los suyos, limpiado en dos casas y aún así sonreía, y cálida contestaba a mis preguntas de ¿cómo te va?.

 Se lo notaba en los movimientos lentos, en ese limpiar minucioso, cansada de tener a los hijos lejos que solo la llamaban para pedir, pero con esa alegría al sonreír que me desmontaba,. Yo sola, sin responsabilidades describiendo la afanosidad de cómo pasaba la aspiradora, y ese llamarme niña, pese a que tenía su edad pero vivía con mi madre y eso me convertía en niña, una niña que se aferraba a la escritura mientras ella pasaba el polvo y ponía el aspirador. Aquel día ella se encontraba cansada y yo vacía e irresponsable me detenía en describir su alegría cansada, su amabilidad protectora , su trabajo minucioso mientras yo tenía que ir al gimnasio y cansarme para dormir bien y olvidarme de mis privilegios de niña. Ella ejercitaba musculo con el aspirador mientras yo corría por la cinta mecánica, el esfuerzo de levantar el cubo de la fregona lleno de agua mientras yo levantaba pesas de niña,. Aquel día ella estaba cansada y yo también, cansadas de nuestras vidas que convergían en mi casa, cansada de echarle el pulso a la vida- Ella con sus cuatro hijos en su país, y yo con mi soledad.
Aina Rotger

16 oct 2016

Conciencia vegetativa (Mónica Prádanos)




            Aquel día se encontraba cansada. Lo supe por su extraño saludo. Parecía el mismo, a viva voz y sonriente, pero después de tantos años sabía distinguir entre sus sonrisas verdaderas y las forzadas. Se movía con vitalidad por la casa y hablaba sobre su trabajo, como siempre.
            Casi.
            Pasado un tiempo desapareció la sonrisa forzada, arrastraba los pies mientras iba de un lado a otro, se olvidaba de hacer cosas.
            También se olvidó de mí, y yo, que parecía el único habitante de esa casa que se daba cuenta de su estado, empecé a morir lentamente. Cada día caían varios pedazos de mi cuerpo y estos se secaban en el suelo. Pronto tuve que aprovechar hasta la última gota de agua para no deshidratarme.
            Deseaba preguntarle a ella qué le sucedía; a los demás, por qué no la ayudaban. Pero ellos, todos ellos, que sí podían hablar y moverse, dejaban que el tiempo continuara marchitando lo que antaño fue alegre y lleno de vida.
            A ella.
            Y a mí.

10 oct 2016

Romper el cristal (Mónica Prádanos)





            Me encuentro cansada del reloj que mete prisa. De las colas, el tráfico, los pitidos, los platos sin lavar, la ropa sin planchar, los pasos del vecino en el techo. De sacar tiempo a un calendario saturado. De los favores, del poner buena cara. De las negativas, del esfuerzo inútil. De la vida, de mí, de todos.
            Cuánto me cuesta encontrar un rato. Media hora ya es un regalo. Una completa, milagro. Pero es mi ilusión, mi dicha, el opio que me ayuda a soportar todo lo malo. Algún día, me digo siempre, algún día…
            Pero pasan los meses, los años, y ese día esperado me rehúye. ¿No son ya bastantes mis renuncias? ¿No he sacrificado suficiente? ¿Cuánto más tendré que esperar? Mi paciencia se agota; la ilusión muere.
            Quizá me engaño a mí misma. Tan solo soy una adulta jugando a realizar sus sueños de niña. Quizá tener talento es buscar quimeras. O puede que, simplemente, esté haciendo algo mal. ¿Estoy dentro de una de esas bolas de cristal en las que parece caer nieve pero solo es plástico? Dando vueltas en la misma mentira.
            ¿Qué pasaría si rompo el cristal?