1 jun 2016


ASESINATO EN LA BIBLIOTECA

                                                         

Salvador sabe que Raquel, su mujer, tiene un amante. Un predictor descuidado en el baño se lo ha confirmado.

Cuando él ha llegado a casa con la sorpresa de un viaje, ella no estaba esperándolo como cada martes. La televisión estaba encendida. Y esa prueba de embarazo color rosa entre las toallas…

Cada palpitación es una sacudida que lo retuerce de dolor, tormento  y vergüenza.

Él no puede tener hijos.

Ella vive sus treinta y cinco años rebosantes de vida.

El sigue prendado de ella desde el día que le sorprendió la agudeza de esa alumna.

Lo sospechaba hacía tiempo, es cierto, pero se convencía así mismo diciéndose que solo eran temores infundados por el miedo a que ella, veintitrés años más joven, lo dejase por otro hombre. Y aunque ella nunca ha escatimado mimos, atenciones ni carantoñas, siempre le ha torturado ese ronroneo machacón que lo hacía dudar.

¡Ahora tenía la certeza!

Inspira.

Expira.

Diez, veinte, treinta veces… pero ninguna respiración le da respuestas.

Se vuelve loco.

Ella no contesta al teléfono.

Busca por toda la casa; escritorio, armarios, cajones, baño, bolsos…

Encuentra una caja metálica tapada con sus pañoletas y fulares.

Está llena de cartas. Cartas de amor. Cartas de sexo.

12 marzo

Hola amor mío. Sueño con tu cuerpo y necesito que hoy te entregues salvaje y atrevida. (…)Te deseo. Antonio. 

17marzo

Hemos pasado un día maravilloso. Me encanta escribirte cartas cuando ya nadie las escribe. (…) ¡Me encanta esta obsesión tuya con las cartas!

¿Cuándo y cómo se lo dirás a Salvador? Nos hemos escondido muchos años. Demasiados… (….) No puedo vivir sin ti. Te necesito. Ana.

14 Abril

Esta rosa tiene el perfume de tu cuerpo. Necesito follar hasta que nos falte el aliento.

(…) Antonio.  P.D. Espero que no estés embarazada, por el bien de los dos.

9 mayo

 Quiero amanecer contigo cada día.  ¿Por qué dudas de nuestro amor? (…) Te amo. Ana.  



Un nudo en la garganta no lo deja gritar.

Un manantial de lágrimas no puede brotar.


No era él.  

Cogió su navaja. Salió a su encuentro. Su mente iba marcando lo que después sus manos ejecutarían; una, dos, siete, nueve cuchilladas...

No importaba nada.

En la puerta de la biblioteca hay mucha gente alterada, expectante, nerviosa… policía, el 112…

Alguien le dice que han asesinado a su mujer….





MARI CARMEN DIAGO EGAÑA