13 may 2016

Al teléfono


No puedo escribir sobre tu muerte. En cuanto empiezo una opresión horrenda se instala en mi pecho y el aire comienza a faltar a mi alrededor. No, no sé si es que aún es pronto, o simplemente es que es totalmente imposible hablar de tu ausencia, de tu marcha, y la palabra asesinato, no, no puedo, es superior a mí decir que te han matado. Puedo hablar de otras mil cosas, pero me han pedido que vaya al juicio, que declare quién te asesinó, por qué, cómo lo hizo,… Para colmo allí estará tu mujer, a la que lógicamente, como amante de su difunto esposo, no caigo demasiado bien, menos mal que de eso, me han asegurado, no hablaremos. Al fin y al cabo prácticamente estabais separados.

 

¿Cómo pretenden que hable de las llamadas misteriosas que recibías? De aquella voz neutra, fría, que te deseaba la muerte  una y otra vez.

¿Cómo pretenden que explique que habíamos quedado aquella noche en vernos a las diez, en el mismo bar de siempre, pero que no llegaste ya nunca?.  Aquel bar al que sigo yendo cada noche, a las diez también, por si logro engañar al destino, y en alguna de esas es todo mentira y apareces.

¿Cómo pretenden que cuente que desesperada empecé a llamar a tu móvil? Que la misma voz fría y neutra me contestó tranquilamente y me aseguró que había llegado por fin la hora de matarte.

Desde hace ya varios días mientras estoy sentada en el bar, y nunca antes de que me haya levantado para poner en la máquina nuestra canción, suena mi teléfono, ya no digo nada, sólo escucho su voz neutra y fría, que me dice “eres la siguiente “

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