¿Patito feo?
Todos estaban allí, en
aquella solana que daba a la trasera de la vivienda.
Aquella espera era una
fiesta, se cambiaban de casa.
¡SÍ!, todos contentos e
ilusionados miraban hacia la calle, era por donde verían llegar a su tío con el
tractor que les ayudaría en la mudanza.
Dejaban una cocina sin agua
corriente, un váter compartido con la dueña,
un corral dónde crecía una
parra y un sol que muchas veces les quemó la cara.
Con ellos, muchos recuerdos
plasmados en las retinas, la calle estrecha, las vecinas de siempre, algún
gallo mañanero, la bodeguilla y la tienda de la señora Carmen.
En fin… les asaltaba la
alegría de tener algo suyo y más cómodo.
Poco a poco fueron llenando
el remolque con los muebles más bonitos que tenían y dejando unos sueños por
otros.
La fiesta comenzaba y las
ilusiones crecían.
El tiempo iba pasando y ya
instalados, fueron conociendo el lugar y a la gente de por allí.
Por aquel entonces ella
tenía nueve años y nunca le enseñaron que los desprecios dolieran tanto, quizás
no sabía que era eso. También por aquel entonces se jugaba en la calle y
también por aquel entonces las estrellas no brillaban igual para todos.
Una tarde después del pan
con chocolate, se le acercó la niña y la miró el vestido, luego las gafas para
pasar a los zapatos y marchó.
Desde entonces siempre supo
que hay momentos en que los patitos feos existen y a veces cuesta ser un cisne.
Pero hay muchos más cuentos
y yo sé que ella se mete en ellos y ha conocido lagos hermosos y distancias
pequeñas.
Blanca Vicario.
Las personas que solo se fijan en la apariencia externa, desconocen los cisnes bellos que se esconden en el corazón, me gusta tu relato
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