Borja
llevaba toda la tarde tumbado en el sofá; junto a él, la mesa con lo
imprescindible: papel de liar, boquillas, tabaco, cenicero, y su marihuana
favorita. Cuando encendió el quinto porro de aquel día, el disco que había
puesto justo antes de recostarse sonaba por tercera vez consecutiva, y llenaba
la sala de frases que a cada nueva reproducción obtenían un significado
diferente en el estimulado cerebro de nuestro hombre. Mientras reflexionaba
sobre la metafísica enigmática contenida en expresiones del tipo fuck you, bitch, se dio cuenta de que el
humo emanado a borbotones por sus secos labios dibujaba un maravilloso arte
volátil, una suerte de formas post – modernistas, post – realistas, post –
dadaístas… y se dijo: pos – otracalada.
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