20 dic 2017

Otro cigarro

Álvaro Enciende otro cigarro, ese que sabe a costumbre, y así poco a poco se consume, mientras pinta un mundo gris como los restos que deja en el cenicero, igual que sus colillas,  pinta oscuro porque no sabe atrapar el presente, piensa que el pasado fue mejor, su infancia en el campo, las mieses , el pan, la fruta recién cogida, sus juegos. Pero ahora ya no encuentra motivo para reír,  lo único que le distrae son sus pinceles cenicientos,  solo ve  una cueva en penumbra .

Sin embargo tiene éxito. Sus cuadros se venden y están en todas las galerías recordándoles a los que los admiran la brevedad de lo bueno, y aparece en cada una de las televisiones y en los titulares de los periódicos.
 Las noticias absurdas y catastróficas le confirman su idea de que nada bonito va a suceder, ¡no hay esperanza! Gracias a ello gana mucho dinero con sus imágenes oscuras y retorcidas.

Por su cama pasan galeristas, fans en su almohada, periodistas entre sus sábanas, , morenas entre sus manos, rubias de pelo largo en su colchón, pero ninguna permanece una noche entera, ninguna desayuna con él, con la excusa de que necesita tiempo para su arte. Las consume como a sus cigarros una detrás de otra, ninguna es perfecta, ninguna le satisface del todo. Hasta que un día deja embarazada a una de ellas, que se niega , pese a que Álvaro se lo pide, se lo suplica, a abortar.
Y cundo el niño nace , va a verlo,  empieza a sentir un cosquilleo de curiosidad por esas manitas que se agarran al pecho como si no hubiera un mañana y ese brillo en los ojos negros, parecidos a los suyos, mas tarde afecto por sus primeras palabras mal pronunciadas. Y en ese sentimiento surge el color, le enseña sus juegos, a pintar, al balón, al pañuelo, al escondite  y revive su infancia.
Cuando el niño crece y empieza a mezclar tonalidades, pinta en rojo y en verde en azul , blanco … Al principio lo mira escéptico y le dice que cuando evolucione se le acabará el color, pero el niño persiste y poco a poco los pinceles de Álvaro se contagian de los matices de su hijo, primero una pincelada distraída, después un objeto, una esquina hasta que el color apenas deja espacio a la oscuridad. Álvaro encuentra con quien compartir sus emociones, alguien a quien enseñar sus pinceladas y por quien preocuparse. Y llega a otro publico el que busca sonrisas y ve en él el epitome del cambio, de que las cosas pueden ser mejores y hay esperanza, que se puede renacer de la adversidad y lanzarse al color, a la vida.
Hasta que Alvarito crece y entonces enciende otro cigarro mas, ese que sabe a costumbre, y así poco a poco se consume, mientras pinta un mundo gris ceniza como los restos que deja en el cenicero, igual que sus colillas,  pinta oscuro porque no sabe atrapar el presente, piensa que el pasado fue mejor, su infancia …


No hay comentarios:

Publicar un comentario