Él, carnívoro
y sarcástico, atacaba con el humo de su tabaco de liar. Ella, vegetariana y
mística, respondía con el humo del incienso. Les separaba un mundo, un
universo, una concepción vital. Pero cuando después de ver ascender las volutas
en una guerra sin cuartel ambos contemplaban cómo los humos ascendían
voluptuosos y luego se retorcían y mezclaban en el techo, entonces, empezaba la
verdadera batalla : cuerpo a cuerpo, beso a beso , caricia a caricia.
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