El
calor de la vida me acogió en la infancia; fui gas que se elevó entre los
hombres comunes, bailando a su alrededor, volando entre imposibles, penetrando
en los lugares prohibidos, y acechando a las estrellas, que también eran gases
de colores.
Pero
el tiempo pasa, y me voy enfriando; ahora soy líquido, fluyendo a través del
camino de la existencia, y en mi haber cuento con la sabiduría de los años que
quedaron atrás. De mi ser se alimentan aquellos que me acompañan, a mi lado
nada la esencia de los sueños, y juntos vamos erosionando las rocas que
pretenden aprisionar nuestra voluntad.
Más
tarde, mis días se agotarán, y cada vez hará más frío; me convertiré en hielo
inerte, estancado, a la deriva, como el mundo que me acoge. Inmóvil, observaré
paciente, esperando ver en el horizonte el anuncio de esa llama que me
devolverá al estado inicial.
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