Arde, sube y ondea, reverbera en rojos naranjas y azules,
hipnótico y atrayente.
Desde Bebé me dormía
tranquilo al amor de la lumbre, luego mi madre me subía a la habitación, sino
no conciliaba el sueño. Por las tardes me contaba cuentos al lado de las
brasas.
Aun niño empecé a jugar con
las cerillas, mi madre me reñía pero en cuanto podía encendía una, después pase
a incendiar mis madelman, Con el tiempo algún mueble, mas tarde la casa por el
simple placer de verla arder y mi madre consiguió apagarla cuando aun no había
llegado a la cocina de gas. Ya mayor, me perdí por los montes y vi como los
pinos ardían llameantes ascendiendo al cielo, luego los campos. Cada vez
pensaba en algo mas grande. Me imagine la ciudad y el placer de ver como s e
encendía pero estaban los bomberos con su agua que cortaba el placer de ver las
llamas,. Odiaba el mar y la lluvia , el agua, enemigos del calor.
Conocí a Elisa, una pelirroja
vestida de rojo amarillo y azul y me perdí en el fuego de la pasión, pero el
día que rompió aguas embarazada de nuestro primer hijo la repudié .
Ahora llevo una caja de cerillas y estoy
frente a tu casa.
Aina Rotger Carlón
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