Salvador sabe que Raquel, su mujer, tiene
un amante. Un predictor descuidado en el baño se lo ha confirmado.
Cuando él ha llegado a casa con la
sorpresa de un viaje, ella no estaba esperándolo como cada martes. La
televisión estaba encendida. Y esa prueba de embarazo color rosa entre las
toallas…
Cada palpitación es una sacudida que lo
retuerce de dolor, tormento y vergüenza.
Él no puede tener hijos.
Ella vive sus treinta y cinco años
rebosantes de vida.
El sigue prendado de ella desde el día
que le sorprendió la agudeza de esa alumna.
Lo sospechaba hacía tiempo, es cierto, pero
se convencía así mismo diciéndose que solo eran temores infundados por el miedo
a que ella, veintitrés años más joven, lo dejase por otro hombre. Y aunque ella
nunca ha escatimado mimos, atenciones ni carantoñas, siempre le ha torturado
ese ronroneo machacón que lo hacía dudar.
¡Ahora tenía la certeza!
Inspira.
Expira.
Diez, veinte, treinta veces… pero
ninguna respiración le da respuestas.
Se vuelve loco.
Ella no contesta al teléfono.
Busca por toda la casa; escritorio,
armarios, cajones, baño, bolsos…
Encuentra una caja metálica tapada con
sus pañoletas y fulares.
Está llena de cartas. Cartas de amor. Cartas
de sexo.
12
marzo
Hola
amor mío. Sueño con tu cuerpo y necesito que hoy te entregues salvaje y
atrevida. (…)Te deseo. Antonio.
17marzo
Hemos
pasado un día maravilloso. Me encanta escribirte cartas cuando ya nadie las
escribe. (…) ¡Me encanta esta obsesión tuya con las cartas!
¿Cuándo
y cómo se lo dirás a Salvador? Nos hemos escondido muchos años. Demasiados…
(….) No puedo vivir sin ti. Te necesito. Ana.
14
Abril
Esta
rosa tiene el perfume de tu cuerpo. Necesito follar hasta que nos falte el
aliento.
(…)
Antonio. P.D. Espero que no estés
embarazada, por el bien de los dos.
9
mayo
Quiero amanecer contigo cada día. ¿Por qué dudas de nuestro amor? (…) Te amo.
Ana.
Un nudo en la garganta no lo deja
gritar.
Un manantial de lágrimas no puede
brotar.
…
No era él.
Cogió su navaja. Salió a su encuentro. Su
mente iba marcando lo que después sus manos ejecutarían; una, dos, siete, nueve
cuchilladas...
No importaba nada.
En la puerta de la biblioteca hay mucha
gente alterada, expectante, nerviosa… policía, el 112…
Alguien le dice que han asesinado a su
mujer….
MARI CARMEN DIAGO EGAÑA
Ojala esta escena fuera solo un relato...No la triste realidad de muchas mujeres. Nunca el amor debe ser la excusa de un acto violento, del tipo que sea.
ResponderEliminarOjala esta escena fuera solo un relato...No la triste realidad de muchas mujeres. Nunca el amor debe ser la excusa de un acto violento, del tipo que sea.
ResponderEliminar