Había arreglado la casa,
barrido y fregado, había hecho la cama con mis mejores sábanas y puesto una
botella de cava en la nevera. Dispuse velas en la mesa, después me puse la liga
y me pinté los labios . Estaba todo preparado para mi primera vez con él. Le
conocía desde hacía un mes y pensé que era el hombre de mi vida.
Me fui al café donde había
quedado con Juan, que me esperaba en la terraza con su gorra y su pose de
cervatillo herido. Tras acariciarnos con susurros, besarnos y desear llegar a casa cuanto antes, me di
cuenta de que había perdido la llave, y
la casa se quedó intacta con la cena en la nevera esperando a ser calentada y
la cama a ser revuelta.
Fue entonces cuando le dije que me invitara a su apartamento y me puso mil excusas, que si su perro era
agresivo con extraños, que si la casa parecía una pocilga y quería a algo
mejor, que nos merecíamos un hotel de cinco estrellas para estrenarnos… hasta
que sonó el móvil y pese a que se apartó , escuché que una mujer que le llamaba
cariño le preguntaba que tal el viaje. Me quedé atónita,. Le dejé en la calle y
llamé a un cerrajero y disfrute yo sola del edén de mi casa, abrí la botella de
cava y brindé por mi soledad, dejándole sin saber dónde dormir, puesto que
supuestamente estaba en Bruselas con su empresa.
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